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Artículo de Iñaki Berazaluce publicado el 3 de marzo de 2020 en el sitio web Strambotic (España).


Como sucede con la gente inteligente ―y Nogueras es, ojo al dato, miembro de Mensa―, escuchar a Ramón Nogueras es una experiencia no solo estimulante sino también muy divertida. Psicólogo, conferenciante y, ahora también, escritor, Nogueras es dueño de un estilo propio, provocativo y trufado de tacos que aliñan sus charlas. Como no podía ser de otra manera, su primer libro de divulgación se titula ¿Por qué creemos en mierdas?, y bucea en sesgos que nos impiden ―a unos más que a otros― acceder a la verdad de las cosas.

¿Por qué creemos en tonterías?

Creemos en tonterías por una combinación de factores, el principal de los cuales es que tenemos una enorme capacidad para encontrar patrones, y no siempre sabemos cuándo parar. Esta capacidad de encontrar relaciones entre cosas es la que nos ha permitido sobrevivir y llegar a donde estamos, pero, por desgracia, a veces vemos como relacionadas cosas que no necesariamente lo están. Y como solemos aferrarnos mucho a nuestras creencias y a nuestras opiniones, nos cuesta mucho cambiarlas cuando resulta que no existía esa relación.

¿Y por qué nos cuesta tanto cambiar de opinión?

Por dos fenómenos que están relacionados y van de la mano. El primero es la disonancia cognitiva, que es ese malestar que tenemos cuando nos enfrentamos a dos pensamientos que están en contradicción, o cuando nuestra conducta contradice nuestra percepción sobre nosotros mismos. Este malestar intentamos reducirlo, y ahí es donde entra este segundo fenómeno, que es el sesgo de confirmación, la tendencia que tenemos a fijarnos en información que confirma nuestros puntos de vista y desechar a la información que contradice nuestras opiniones.

¿Por qué hacemos esto?

Porque para nosotros es mucho más importante tener razón y salvaguardar nuestra autoimagen que prestar atención objetivamente a la información que nos da el mundo. Así, cuando establecemos una creencia e invertimos tiempo en ella, defenderla equivale a defendernos a nosotros mismos.

¿Son los científicos ajenos al sesgo de confirmación?

En absoluto. De hecho, el método científico es una manera de esquivar el sesgo de confirmación, porque un científico también se puede enamorar de sus propias ideas. Lo que pasa es que cuando tú publicas un artículo y este artículo es evaluado por tus pares, y luego se publica para que todos lo evalúen, estas personas no tienen los mismos sesgos que tú y, entre pares, se puede tratar de alcanzar una aproximación a la verdad.

¿A qué se debe que las personas que más saben de un tema determinado creen que saben menos que los diletantes?

El efecto Dunning-Kruger lo que viene a mostrar es que, a menudo, las personas que no tienen idea de algo suelen sobreestimar lo que saben de ese algo, porque precisamente al ser profano, no eres consciente de cuánto te falta por conocer. Si tú empiezas a tocar la guitarra llega un momento en el que te das cuenta de todo lo que te falta por aprender, pero cuando no sabes tocar la guitarra eres incapaz de valorar lo difícil que es tocar como Joe Satriani, por ejemplo, y crees que eso es mucho más fácil.

Y, obviamente, no es así…

Yo le llamo también el «efecto Karate Kid», porque en este tipo de películas ves al protagonista haciendo un entrenamiento con música molona y la sensación que se te queda es que en cuatro días tú dominas lo que sea. En cambio, la gente que domina una habilidad es consciente de todas las cosas que le faltan por aprender. Por tanto, suelen ser más modestos.

Supongo que los psicólogos también sufrís del sesgo de confirmación…

¡Por supuesto, somos humanos! De hecho, Daniel Kahneman, la persona que quizá más ha estudiado este tipo de fenómenos decía que él llevaba 45 años estudiando este asunto y él consideraba que aún era víctima de sus sesgos. Conocer estas cosas te puede ayudar a parar un momento y preguntarte: ¿me estoy dejando llevar, me estoy enamorando de mi propia idea y estoy dejando de lado los hechos?, pero no te hace inmune. Por eso es importante seguir formándose, estar al día, poner en duda tus conocimientos…

Moraleja: no te fíes (demasiado) de los «expertos»…

Si quieres un ejemplo más claro y más cotidiano, ahí tienes a los economistas, ¿cuántos economistas hacen predicciones que luego no se cumplen? Pues la mayoría. Cuando tú buscas datos del rendimiento de las predicciones de los economistas, especialmente en macroeconomía, a menudo, su tasa de acierto es similar al azar o incluso menor. Es más probable que sepas cómo va a evolucionar el paro si tiras una moneda al aire que si preguntas a un economista.

¿Cómo es posible?

Tienen una confianza tan alta en sus predicciones porque alguna vez que han acertado su sesgo de confirmación les hace hacer más caso a esas predicciones que a las que no. Si periódicamente los economistas tuvieran que rendir cuentas de la calidad de sus predicciones, probablemente el sesgo de confirmación sería mucho menor. A cambio, su disonancia cognitiva sería mucho mayor, porque tendría que competir dos ideas: por un lado, soy un gran profesional de lo mío, y, por otro, acierto menos que una escopeta de feria.

De hecho, los economistas más famosos suelen ser los más asertivos.

Efectivamente. Si te interesa puedes leer los trabajos de Phil Tetlock, que se ha dedicado precisamente a estudiar predicciones de los expertos para estudiar hasta qué punto son fiables, y sus conclusiones son brutales. Los especialistas son muy buenos dándote lo que se denomina la «ratio base» de un fenómeno: por ejemplo, cuando un médico te dice que este cáncer tiene un 80% de probabilidad de supervivencia, te está diciendo la verdad. Lo que seguramente no va a poder decirte es si tú vas a estar en ese 80% o en el otro 20.

Los expertos tienen un conocimiento superior a un profano a la hora de medir probabilidades, pero en economía y política, que son dos áreas dominadas por tertulianos, lo que buscan es hacer buenos titulares. Acuérdate de todas las predicciones que se hacían de que con la subida del Salario Mínimo Interprofesional iba a aumentar el paro. Resulta que no ha sucedido y ahora intentan justificar que si no se hubiera incrementado, hubiera descendido más el paro. Ahí entran los futuribles, y si mi abuela tuviera ruedas sería una moto.

¿Por qué ese interés malsano sobre la precisión de los expertos?

El motivo por el que Tetlock empezó a estudiar el tema de las predicciones fue porque ningún politólogo fue capaz de predecir la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS, y todas las predicciones en los años 80 apuntaban a una guerra fría o a una guerra nuclear entre las superpotencias. De repente, va la URSS y desaparece, y nadie lo vio venir. Nadie. ¿Crees que alguno entonó el mea culpa? ¡Qué va! Se justificaron diciendo: «Mis predicciones eran correctas: si no hubiera aparecido Gorbachov con la Perestroika, entonces hubiera sucedido lo que yo predije». Eso es solventar la disonancia cognitiva, inventar una situación que te permite mantener tu creencia y reconciliarla con la realidad de que tu creencia es una tontería.

¿Y ahí aparece el famoso Cisne Negro?

Al final, los fenómenos inusuales acaban sucediendo por la ley de los grandes números: un fenómeno improbable acabará sucediendo si existen suficientes ocasiones de que suceda. Un ejemplo clásico es la lotería. La probabilidad de que a ti te toque la lotería es muy pequeña, pero si millones de personas juegan, a alguien le acaba tocando. Cada semana ocurre un fenómeno que es, a nivel individual, muy improbable. Lo que no sucede es que salga un número en la lotería y nadie lo tenga.

¿Es la confianza en el azar una de las «tonterías» de las que hablas en el libro?

No solo es una cuestión de incultura probabilística, es que la gente somos muy malos a la hora de establecer probabilidades y entender los números. Piensa en la estrategia típica de poner un precio a 4,99 en lugar de ponerlo a 5 euros. Como tendemos a fijarnos más en el primer número, un 5 nos resulta más que un 4, aunque en esencia el precio sea el mismo. La clave aquí es que no entendemos muy bien qué es una probabilidad combinada… En los casinos, cuando la gente lleva una racha de pérdidas, tienden a pensar que «ahora les toca ganar», pero eso no es así. Las probabilidades son independientes: que lleves 20 jugadas perdidas no significa que en la 21 te toque ganar. Pero nos cuesta mucho a veces el percibir ciertos sucesos como independientes.

Luego está otro fenómeno importantísimo que es la aversión a la pérdida. Tengo una probabilidad pequeña de que me toque la lotería, pero como el coste del billete es bajo (es un pérdida pequeña), y el riesgo es en el futuro (cuando se realice el sorteo) me siento más inclinado a correr ese riesgo. Además, ¿y si le toca al resto de la gente y a mí no? Ese miedo a perder es el que guía comportamientos que nos lleva a situaciones indeseables porque pensamos: puede que esto no sea una buena idea pero igual la alternativa es peor: «Estoy mal, ¿pero y si dejo a esta persona y no encuentro a nadie más?».

¿En qué tonterías creemos que puedan ser peligrosas o letales para nosotros?

Montones. Por ejemplo, pensar que las vacunas causan autismo. Que la homeopatía es mejor que la quimioterapia. Pensar que los inmigrantes son un peligro, cuando no lo son… Uno de los trabajos que cito en el libro es el de Bobby Duffy, que se titula Los peligros de la percepción (por qué estamos equivocados acerca de casi todo), y una de las cosas de las que habla es cómo muchas veces la opinión pública va por un lado y la realidad por otra. Por ejemplo, en España, la mayoría de las personas piensa que los musulmanes son un 14% de la población española, en realidad son un 2,8%, pero eso hace que vivamos con una percepción errónea sobre la inmigración, sobre los efectos de la inmigración en la criminalidad: al contrario de lo que se cree, la inmigración no está asociada con un aumento de la criminalidad. Es más, parece ser al contrario.Todo este tipo de cosas pueden desencadenar comportamientos xenófobos.

¿Algún otro ejemplo?

Tendemos a sobreestimar nuestra propia competencia. El 80% de los conductores considera que están por encima de la media en su capacidad de conducción. La consecuencia de esa creencia es que tú vas ciego como un piojo y coges el coche igual, porque tú controlas y te sabes el trayecto de memoria, y demás excusas. Ese exceso de confianza puede resultar letal.

Aquí va una disonancia cognitiva: ¿cómo es posible que tengamos toda la información científica y cultural de la historia de la humanidad en la punta de nuestros dedos y sigamos creyendo en tonterías?

No parece que seamos más propensos a creer en tonterías que antes, al menos en las últimas décadas. El problema es que tenemos demasiada información en la punta de nuestros dedos, y mucha de esta información es basura. Tenemos acceso a toda la información, pero eso no hace que toda la información sea verdadera. Hay que saber discriminar entre información correcta y errónea, y eso es todo un trabajo, es imposible verificar toda la información que nos llega por WhatsApp, por Facebook… al final, todos acabamos difundiendo bulos porque esos bulos refuerzan tu sesgo de confirmación: tú difundes cosas que quieres que sean verdad.

¿Quieres disonancia cognitiva? Cuando votas a un partido y pillan a uno de ese partido en una corruptela. ¿Cuál es tu primer impulso? Defender a tu partido atacando a los del otro: «¿Y los ERE de Andalucía, qué?» Somos máquinas de crear justificaciones.

¿Crees que el sesgo de confirmación aumenta en las redes gracias a las supuestas «cámaras de eco», como apuntaba Soto Ivars en Arden las redes?

De hecho, la evidencia muestra que las cámaras de eco son menores en las redes que en el mundo analógico. Antes recibías menos variedad de información porque tenías acceso a menos gente. Lo que es relevante aquí es que leer información contraria a nuestras creencias, refuerza nuestras creencias. El problema no es el que señala Soto Ivars, de que la gente solo lee periódicos que son de su cuerda. Muy al contrario, la gente de derechas lee periódicos de izquierda para reírse de ellos, y viceversa. A mí me llegan muchas más noticias de OK Diario por gente de izquierdas que por gente de derechas.

Pantomima Full sobre los conspiranoicos: «Cree en todo menos en la verdad». Conozco a unos cuantos de este pelaje.

Efectivamente, es que hay mucha gente que es politoxicómana de las gilipolleces. Toda la conducta tiene una función, y el pensamiento conspiranoico tiene una ventaja para el que lo mantiene: la sensación de estar mejor informado que el resto de la gente. Además, está la sensación de pertenencia a un grupo que sabe la verdad, no como el resto de los borregos ahí fuera. Si tú crees que el gobierno siempre miente y que la verdad la tiene Iker Jiménez, ahí entra de todo. Si aceptas que esto es verdad, ¿por qué no va a ser verdad el resto? Es más, si la gente de que desconfías dice que eso no es verdad, seguramente sea verdad. Y ahí entran desde los marcianos al monstruo del Lago Ness, pasando por las psicofonías, las caras de Bélmez, la homeopatía, la Tierra hueca y los nazis en la Luna.

Lo curioso del caso es que suelen ser gente instruida y, en apariencia, inteligente…

De hecho, hay una relación inversa entre la inteligencia y la capacidad para cambiar de opinión. Las personas más inteligentes suelen llegar a la conclusión de que han alcanzado una idea después de un razonamiento elaborado y, por tanto, les cuesta más cambiar de opinión. No hay una correlación entre cociente intelectual y predisposición a creer en tonterías. Cuando lees a Michael Shermer, que tiene un libro que se llama ¿Por qué creemos en cosas raras?, él explica que tener más educación no te libra necesariamente de creer en delirios. Leer mucho no significa nada, porque depende de lo que leas y depende de lo que hagas con lo que leas. Es una falacia pensar que el nazismo se cura leyendo. Eso no es verdad, hay un montón de gente que tiene ideas extremistas y es muy culta. Estar informado puede servir de cierta prevención de ciertos fenómenos, pero es imposible estar informado de todo.

En este sentido, ¿crees honestamente que tu libro puede servir para que alguien deje de creer en tonterías?

Mi esperanza es que seamos un poquito más escépticos con nuestras propias creencias y que nos acostumbremos regularmente a cuestionarlas, y a confirmar regularmente si hay evidencias o no de nuestras ideas. Yo aventuro que quien cree en cosas raras no se va a comprar el libro. Este libro puede interesar a gente que, o bien no tiene una opinión formada y quiere información, o ya tiene una opinión favorable a lo que dice el libro.

O sea, que mejor dimitimos del intento de cambiar la opinión de nadie…

Entender mejor nuestro propio razonamiento también nos debería ayudar a persuadir mejor a la gente que cree en tonterías a que reconsidere sus posiciones.

Convendrás que llamando «tonterías» a sus creencias empezamos mal…

Sí, en general, la confrontación está muy bien para echarte unas risas en redes pero, la mayoría de veces solo sirve para reforzar la creencia que quieres eliminar. La única manera de tener alguna esperanza de éxito es abordar esto como un diálogo socrático, es decir, en lugar de mostrar la evidencia contraria, pedir la evidencia de su creencia, y preguntarle, ¿si crees que esto es verdad, cómo es posible que no ocurra esto otro?, de modo que ellos mismos se hagan conscientes de la inconsistencia de su creencia. La gente o bien no deja de creer por sí sola o cree toda su vida. Ese es en esencia el mensaje.

«Ser inteligente no te hace inmune a creer en mierdas», artículo de Iñaki Berazaluce publicado el 3 de marzo de 2020 en el sitio web Strambotic (España).