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Jackie Searl fight against Jackie Cooper, in Skippy (1931 movie)

Texto escrito en marzo de 2008 por Paul Graham (n. 1964).[1][2]

La red está convirtiendo la escritura en una conversación. Hace veinte años, los escritores escribían y los lectores leían. La red permite a los lectores responder, y cada vez lo hacen con mayor frecuencia, en hilos de comentarios, foros, y en sus propias publicaciones.

Muchos de los que responden a algo no están de acuerdo con ello. Es de esperarse. Estar de acuerdo tiende a motivar menos a la gente que no estar de acuerdo. Y cuando estás de acuerdo hay menos que decir. Podrías ampliar en algo que el autor dijo, pero él probablemente ya ha explorado las implicaciones más interesantes. Cuando estás en desacuerdo entras en territorio que él podría no haber explorado.

El resultado es que hay muchos más desacuerdos, sobre todo medidos por el número de palabras. Eso no significa que la gente está más enojada. El cambio estructural en la forma en que nos comunicamos es suficiente para dar cuenta de ello. Pero aunque no sea el enojo lo que está impulsando el aumento de los desacuerdos, hay peligro de que el aumento en los desacuerdos hará enojar más a la gente. Particularmente en línea, donde es fácil decir cosas que nunca dirías cara a cara.

Si todos vamos a discrepar más a menudo, debemos tener cuidado en hacerlo bien. ¿Qué significa discrepar bien? La mayoría de los lectores puede ver la diferencia entre un mero insulto y una refutación cuidadosamente razonada, pero creo que ayudaría ponerle nombre a las etapas intermedias. Así que he aquí un intento de una jerarquía de los desacuerdos:

Nivel 0: insulto

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Esta es la forma más baja de desacuerdo, y probablemente también la más común. Todos hemos visto respuestas como esta: «Mariconnnnn de mierdaaaaaa!!!!».

Pero es importante darse cuenta de que incluso los insultos más articulados tienen el mismo poco peso. Un comentario como: «Podríamos afirmar que el autor es un engreído diletante» no es más que una versión pretenciosa de «maricón de mierda».

Nivel 1: ataque ad hóminem

Un ataque ad hóminem no es tan débil como el mero insulto. En realidad podría tener algo de peso. Por ejemplo, si un senador escribe un artículo afirmando que habría que aumentar los sueldos de los senadores, uno podría responder: «Por supuesto que él va a decir eso, porque es un senador». Esto no refuta el argumento del autor, pero puede al menos ser relevante para el caso. Sin embargo, sigue siendo una manera muy débil de desacuerdo. Si hay algo mal con el argumento del senador, debes decir qué es; y si no lo hay, ¿qué más da que sea un senador?

Decir que el autor carece de la autoridad para escribir sobre un tema es una variante de ad hóminem, y una especie particularmente inútil, porque las buenas ideas a menudo vienen de gente en otros campos. La cuestión es si el autor está en lo cierto o no. Si su falta de autoridad le llevó a cometer errores, se deben señalar esos errores. Y si no cometió ningún error, entonces no es un problema.

Nivel 2: respuesta al tono

En este siguiente nivel comenzamos a ver respuestas acerca de la escritura, en vez de acerca del escritor. La forma más baja de ellas es estar en desacuerdo con el tono del autor. Por ejemplo: «No puedo creer que el autor rechace la existencia del diseño inteligente de un modo tan arrogante».

Aunque es mejor que atacar al autor, esta sigue siendo una manera débil de desacuerdo. Debería importar mucho más si el autor está en equivocado o está en lo correcto que analizar cuál fue su tono. Sobre todo porque el tono es muy difícil de juzgar. Alguien que tiene un problema sobre algún tema podría ofenderse por un tono que a otros lectores les parecía neutral.

Así que si lo peor que puedes decir sobre algo es criticar su tono, no estás diciendo mucho. ¿Es el autor frívolo, pero está en lo correcto? Mejor eso que serio y errado. Y si el autor esta equivocado en algún lugar, debes decir dónde.

Nivel 3: replicación inversa

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En esta etapa, por fin tenemos respuestas a lo que se dijo, en lugar de cómo se dijo o quién lo dijo. La forma más baja de respuesta a un argumento es simplemente plantear el caso opuesto, con escasa o nula justificación.

Esto se combina a menudo con declaraciones del tipo «respuesta al tono», como en: «No puedo creer que el autor rechace el diseño inteligente de un modo tan arrogante. El diseño inteligente es una teoría científica legítima».

La replicación inversa a veces puede tener cierto peso. En ocasiones, el simple hecho de ver el caso opuesto expuesto explícitamente es suficiente para ver que es lo correcto. Pero por lo general las pruebas serán de ayuda.

Nivel 4: contraargumento

En el nivel 4 llegamos a la primera manera convincente de desacuerdo: el contraargumento. Hasta este punto las otras formas generalmente pueden ser ignoradas como incapaces de probar nada. En cambio los contraargumentos podrían probar algo. El problema es que es difícil determinar exactamente qué es lo que están probando.

El contraargumento es la replicación inversa más razonamiento o pruebas. Cuando se dirige directamente a la discusión original, puede ser convincente. Pero, por desgracia, es común que los contraargumentos se dirijan a algo un poco diferente. Más de las veces, dos personas discutiendo apasionadamente sobre algo, realmente discuten sobre dos cosas diferentes. A veces incluso están de acuerdo entre sí, pero están tan atrapados en su disputa que no se dan cuenta.

Podría haber una razón legítima para argumentar en contra de algo un poco diferente a lo que el autor original dijo: cuando sientes que perdieron el meollo de la cuestión. Pero cuando haces eso, debes decir explícitamente que lo estás haciendo.

Nivel 5: refutación

La manera más convincente de desacuerdo es la refutación. También es la más rara, porque requiere más trabajo. De hecho, la jerarquía de desacuerdo forma una especie de pirámide, en el sentido de que cuanto más se asciende encuentras menos instancias.

Para refutar a alguien probablemente tengas que citarlo. Tienes que encontrar el talón de Aquiles, un párrafo que incluya aquello con lo que estás en desacuerdo y que sientes que es un error, y luego debes explicar por qué está equivocado. Si no puedes encontrar una cita con la cual discrepar es probable que estés discutiendo con alguien que utiliza una falacia lógica.

Aunque la refutación por lo general implica citar, citar no implica necesariamente refutación. Algunos autores citan partes de las cosas con las que están en desacuerdo para dar la apariencia de legítima refutación, y luego siguen con una respuesta tan baja como el nivel 3 o incluso el nivel 0 («maricón de mierda»).

Nivel 6: refutar el punto central

La fuerza de una refutación depende de lo que refutas. La manera más poderosa de desacuerdo es refutar el punto central de alguien.

Incluso en un nivel tan alto como el 5 (la refutación de los argumentos) todavía podríamos encontrar a veces una deshonestidad deliberada, como cuando alguien solo elige refutar algún punto minúsculo de un argumento. A veces el espíritu con que esto se realiza crea una manera más sofisticada de falacia ad hóminem que verdadera refutación. Por ejemplo, corregir la ortografía del oponente, o insistir en errores de menor importancia en nombres o números. A menos que el argumento opuesto en realidad dependa de tales cosas, el único propósito de corregirlos es desacreditar al oponente: falacia ad hóminem.

Refutar algo verdaderamente requiere que uno refute su punto central, o al menos uno de ellos. Y eso significa que uno tiene que comprometerse explícitamente a lo que conforma el punto central. Así, una refutación realmente efectiva luciría así: «El punto principal del autor parece ser X. El autor ha dicho explícitamente: “[cita textual]”. Pero eso es un error por las siguientes razones».

La cita que señalas como equivocada no tiene que ser la declaración del punto principal del autor. Es suficiente refutar algo en lo que se apoya ese punto.

Para qué sirve esta clasificación de argumentos

Ahora tenemos una manera de clasificar las formas de desacuerdo. ¿Qué tan bueno es? Una cosa que la jerarquía del desacuerdo no nos da es una manera de elegir un ganador. Los niveles de argumentación se limitan a describir la forma de una declaración, no si esta es correcta o incorrecta. Incluso una respuesta de nivel 6 podría estar completamente errada.

Pero mientras que los niveles de argumentación no establecen un límite inferior sobre cuán convincente es una respuesta, sí establecen un límite superior. Una respuesta de nivel 6 podría ser poco convincente, pero una respuesta de nivel 2 o más baja siempre es menos convincente aún.

La ventaja más obvia de clasificar las formas de desacuerdo es que ayudará a las personas a evaluar lo que leen. En particular, les ayudará a ver a través de argumentos intelectualmente deshonestos. Un orador elocuente puede dar la impresión de vencer a un oponente usando meramente palabras fuertes. De hecho, esta es probablemente la cualidad que define a un demagogo, que solo vende globos. Al dar nombre a las diferentes formas de desacuerdo, le damos al lector crítico un alfiler para reventar tales globos.

Estas etiquetas pueden ayudar a los escritores también. Casi toda la deshonestidad intelectual es involuntaria. Alguien que está argumentando contra el tono de algo con lo que está en desacuerdo puede creer que realmente está diciendo algo importante. Apartarse un poco y ver su posición en la jerarquía de desacuerdos puede inspirarlo a tratar de subir a contraargumento o refutación.

Pero el mayor beneficio de discrepar bien no es solo que hará mejor las conversaciones, sino que hará que las personas que las tienen sean más felices. Si estudias las conversaciones, observarás que hay mucha más mezquindad en el nivel 1 que en el nivel 6. Cuando tienes un verdadero punto por demostrar, no es necesario que te comportes como un maleducado. De hecho, no quieres hacerlo. Si tienes algo que decir realmente, ser grosero solo se interpone en el camino.

Si ascender en la jerarquía del desacuerdo hace a la gente menos malvada, hará que la mayoría de ellos sea más feliz. La mayoría de la gente realmente no disfruta ser malvada; lo hacen porque no pueden evitarlo.

Notas

  1. Paul Graham nació en Weymouth (Reino Unido) el 13 de noviembre de 1964.
  2. Este texto puede encontrarse en http://paulgraham.es/ensayos/como-discrepar.html El autor agradece a Trevor Blackwell y a Jessica Livingston por leer los borradores. Traducido por un tal Armando Álvarez desde el texto original en inglés How to Disagree, de Paul Graham.

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